El niño de 1 a 2 años empieza a adquirir una independencia mayor de sus padres. El desarrollo motor le permite hacer cada vez más cosas él sólo. Pero aún así, el vínculo del niño con sus padres es muy fuerte. Son ellos su modelo a seguir, aprende observándoles e imitándoles. Además, son la referencia adulta que le proporciona seguridad y confianza.
El padre y la madre son muy importantes en el desarrollo de las relaciones sociales del niño.
Por una parte, el padre suele ser el encargado de abrir puertas hacia el mundo, de servir como modelo, de incitar hacia nuevas experiencias, de enseñar las reglas de cualquier juego…
Por otra, la madre es el refugio, quien da seguridad, quien le permite salir a explorar y… volver a tomar nuevos ánimos antes de un nuevo intento.
Por supuesto que esto no quiere decir que sean tareas «exclusivas» de uno u otro sexo. Son intercambiables y además complementarias. Y una persona que ejerza la paternidad en solitario también puede cumplir ambas misiones.
En general, el niño quiere participar en las actividades de los padres mediante la imitación.
Aunque en la mayoría de los casos esto retrase la actividad del adulto, es importante no desanimarle en estos impulsos y ofrecerle algún «trabajito» en el que él pueda participar.
Así se fomentan en él los impulsos de compartir y cooperar que son fundamentales para un buen desarrollo social.