Los niños utilizan las rabietas como medio para conseguir lo que quieren. Los padres debemos enseñar a nuestros hijos que esta conducta no es adecuada. El niño debe aprender otras formas de tratar de conseguir lo que desea. Por ello, es importante que sepamos cómo actuar ante una rabieta. Así, estaremos controlando la situación y fomentaremos que éstas vayan desapareciendo.
A veces, la solución más sencilla es desviar la atención del niño. Distraerle con un cuento, una canción, un baile, un juego. Es preferible algo divertido o sorprendente y, cuanto antes, mejor.
No dar importancia a la pataleta, no prestar atención al niño o salir de la habitación, suelen dar también buenos resultados, solo que a veces, es muy difícil.
Sea coherente. Si el niño sabe cuáles son los límites, no intentará luchar contra ellos. Recuérdele el límite. “Ya sabes que antes del almuerzo no se toman chocolatinas”.
Durante una rabieta, el adulto debe mantener la calma hablándole con suavidad pero con firmeza, tratándole con cariño pero sin dejar que el niño se salga con la suya.
Algunas veces hará falta contener al niño, sujetarle físicamente (por ejemplo, en el supermercado, no vaya a destrozar cosas, si se va a hacer daño o si golpea a otros). Mejor hacerlo sin hablarle ni mirarle y sujetándolo con firmeza. Cuando el niño se haya calmado, conviene que hablemos con él de las causas y explicarle sus límites (las normas familiares), sus expectativas (que las cumpla porque ya es mayor), sus sentimientos.