El sentirse querido y amado proporciona seguridad y estabilidad a los niños. Desde que nacen, los niños tienen la capacidad de vincularse emocionalmente a otras personas, especialmente a sus padres, sobre todo si estos le proporcionan mimos, arrullos y caricias. Establecer unos vínculos afectivos adecuados en la primera infancia es esencial para el equilibrio emocional de la persona.
Es muy importante para los niños desarrollar la capacidad de vincularse afectivamente a otras personas. Los vínculos afectivos enriquecen la vida de los niños, a la vez que crean un modelo para sus futuras relaciones sociales.
El sentirse vinculados afectiva o emocionalmente a otras personas proporciona seguridad y estabilidad a los niños. Los niños que no desarrollan esta capacidad presentan, por lo general, una mayor vulnerabilidad al estrés.
Los niños realizan su primera vinculación con sus padres o cuidadores habituales a lo largo del primer año. Se ha dicho en numerosas ocasiones que la vinculación más intensa es la que se produce entre el niño y su madre biológica. Ello no significa que la facultad de formar vínculos afectivos con otras personas se constituya de una vez por todas, a partir de ese modelo.
De hecho, se siguen formando vínculos a lo largo de la infancia y la adolescencia, y cumplen la misma función: aportar seguridad y estabilidad a la persona. Los padres adoptivos pueden desarrollar vínculos estrechos y estables con sus hijos.
Una preocupación de las madres que trabajan fuera de casa es la de si el niño puede verse perjudicado, afectivamente, por su ausencia. Se sabe que ser cuidado por terceras personas no perturbará los vínculos afectivos del niño con su madre siempre y cuando:
- El niño se sienta seguro con sus cuidadores y establezca con ellos una buena relación.
- El niño reciba cuidados de calidad por parte de la persona o personas que estén a su cargo.
- El niño proceda de una familia estable, con padres cálidos y transigentes.
- La madre no trabaje más de 35 horas a la semana y disfrute con su trabajo.
- El tiempo compartido se dedique a actividades comunes, priorizando el contacto físico, la demostración de la afectividad, el juego…
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Algunas preocupaciones de las madres que trabajan fuera de casa son:
P- ¿Mi ausencia por el trabajo va a tener consecuencias a largo plazo sobre mi hijo?
R- No hay evidencias de que sea así.
P- Mi hijo se enfada o se muestra caprichoso cuando vuelvo a casa.
R- Es normal, solo le está poniendo a prueba.
P- Mi hijo me enfrenta o me compara con su cuidador.
R- Es normal. Todos los niños lo hacen. Pero tienen muy claro quien es quien.
P- Mi niño está muy unido a su cuidador. A veces llego a sentir celos de él/ella.
R- Es un buen motivo para alegrarse. Su hijo tiene gran capacidad de querer.
P- Me gustaría poder ser yo quien estuviera siempre a su lado.
R- Es normal. Pero si su vida debe incluir un trabajo, alégrese de poder proporcionarle los cuidados a través de otra persona.