Hacia los 4 meses, los procesos de sueño del bebé evolucionan. El bebé posee más fases de sueño que en edades anteriores, por lo que tiene fases de sueño ligero, que antes no tenía. Esto hace que a algunos bebés les cueste más quedarse dormidos y que el número de despertares se incremente.
El sueño del bebé de 4 a 7 meses comienza a ser un poco más predecible que el del primer trimestre de vida.
En esta etapa, los bebés comienzan a dormir algo más durante la noche que durante del día, aunque todavía no diferencian entre ambos.
Hacia los 3 meses de edad, el sueño del bebé se vuelve más ligero que en meses anteriores, por lo que muchos padres interpretan que sus bebés duermen cada vez peor. Sin embargo, la realidad es que esto forma parte del desarrollo normal del sueño.
Esto implica que el bebé se despierte con más facilidad, sobre todo si está en las fases iniciales del sueño. No obstante, cuando logran llegar a una fase de sueño profundo, suelen mantenerlo alrededor de 1 hora.
Así, es frecuente que los bebés de 4 a 7 meses tengan despertares cada hora, puesto que no tienen la madurez suficiente de pasar de un estado de sueño profundo a un estado de sueño tranquilo de manera automática y, por ello, se despiertan.
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¿Qué acontecimientos pueden afectar al sueño en esta etapa?
Hacia los 6 meses, a muchos bebés se les comenzarán a ofrecer los alimentos complementarios. Esto es un acontecimiento muy importante en la vida del bebé.
La riqueza estimular de los alimentos complementarios, a nivel de sabor, olor y textura constituyen una amplia gama de posibilidades sensoriales para el bebé.
Además, el hecho de alimentarse de manera diferente: morder, masticar, tragar… es un reto importante para el bebé.
Todo esto puede afectar a su sueño, tornándolo más intranquilo en la etapa en la que se comienzan a introducir los alimentos complementarios.
Obviamente, los bebés de estas edades necesitan estar cerca de su madre, por lo que, muchas veces, los despertares se producen como consecuencia de la necesidad del bebé de cerciorarse que su madre está cerca de él.
Así, el colecho es una práctica que promueve el sueño tranquilo a estas edades. Del mismo modo, la lactancia materna también lo favorece, pues posee componentes que ayudan al bebé a relajarse y la succión tranquiliza al bebé por sí misma