El Carnaval, a lo largo de la historia, ha estado asociado tanto a celebraciones paganas como religiosas. Pero, desde una u otra perspectiva, es una fiesta permisiva que suponía unos días de euforia y relajación de las prohibiciones en la sociedad. Hoy día es una fiesta alegre y colorida, de disfraces, música y baile, centrada en la diversión de niños y adultos.
El Carnaval es una fiesta de origen pagano que se remonta a los tiempos de la antigua Grecia y Roma. Primero se celebraron las fiestas dionisíacas griegas y después las romanas.
Las saturnalias romanas aunque tenían un significado diferente del Carnaval (pues se celebraban para favorecer el paso de un año a otro) dejaron su legado del uso de máscaras, desfiles de carros o de sátira política.
Por aquel entonces existían diferentes tipos de fiestas que suponían un paréntisis en la vida cotidiana de la población romana como las Carnalias que se hacían en honor a Saturno, las Bacanales referentes al dios Baco del vino y las Lupercales al dios pan.
La palabra Carnaval procede del término latino carnelevarium que significa quitar la carne. En la Edad Media la iglesia católica prohibió su consumo durante la cuaresma cristiana.
La celebración del Carnaval en la sociedad cristiana medieval tuvo mucho auge. Suponía un periodo de permisividad más cercano a lo pagano.
El Carnaval en las sociedades rurales cristianas marcaba unos días excepcionales, opuestos a la represión sexual y al severo ayuno de la Cuaresma que venía después. Imaginemos, por ejemplo, que en la época de Carlomagno, la violación de comer carne de cerdo durante la Cuaresma era castigada con la muerte.
En una sociedad empobrecida, donde las hambrunas eran frecuentes, el Carnaval significaba un respiro, un giro de la sociedad, donde los roles sociales cambiaban y el siervo podía ejercer de amo o el gobernado de gobernante. Este travestismo se difunde en el Carnaval medieval. Las máscaras permitían el cambio de identidad, la burla de la jerarquía y la caricatura del vicio y las malas costumbres.
Durante el Renacimiento, las fiestas de Carnavales se fueron introduciendo también en las cortes europeas. Esto supuso un refinamiento en la celebración, ligada más al teatro, la danza y la música. La fiesta de Carnaval llega a su máximo esplendor en el siglo XVI en Italia, en la Florencia de los Medici, con danzas, largos desfiles, carros alegóricos y espectaculares vestidos.