Los adolescentes cuestionarán y pondrán a prueba los límites interiorizados durante la infancia. Por su necesidad de autoafirmación, tratarán de poner sus propias normas y oponerse a las paternas. En esta etapa es importante negociar con el adolescente, aunque la autoridad máxima sigan siendo los padres.
La adolescencia es cierto que es un momento difícil pero no más que otros. Puede que por comparación con el estadio anterior (la infancia) nos resulte arduo pero es, a la vez, el momento en el que los niños dan el salto a convertirse en adultos autónomos capaces de autogestionarse.
Aquí el niño o adolescente, que hasta ahora ha interiorizado normas y pautas que le vienen del exterior, tiene madurez mental suficiente para ser creativo respecto a dichas normas. El adolescente se mueve en muchos contextos, cada vez más amplios y en cada uno de ellos hay normas diferentes. Elige las normas que más le convienen según su propio criterio.
Es una necesidad vital de autoafirmación el tener que poner él sus propias reglas, saber que es capaz de autogobernarse y vivir de acuerdo a sus propios principios.
Puede que para ello pase por fases de cierta rabia hacia los padres y necesita probar esos límites que le han impuesto para conocer algunas de las consecuencias del no cumplimiento por sí mismo.
No es que en este momento tengamos que dejar de exigirles dado que ellos son ahora adultos (ni mucho menos) pero sí que es el momento de la negociación.
Dejar claro que para que la convivencia sea posible las normas son necesarias pero, a diferencia de etapas anteriores donde esas normas las ponía el padre o la madre, ahora las normas hay que negociarlas entre los diferentes miembros de la familia.
En cualquier caso, la autoridad máxima siguen siendo el padre y la madre, la edad y la experiencia son un grado por sí mismas. En este periodo cobran relevancia los pactos y acuerdos.