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La cesárea

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Sólo mencionar que aprovecho la sala de espera del ginecólogo para escribir estas líneas de la dimensión real de cómo ha mermado mi tiempo libre desde que nació Álex. Pero vamos al grano, que cada minuto es oro.
Desde mi más tierna adolescencia tengo una serie de miedos patológicos que no he conseguido superar ni con años de psicólogos. Estos protagonistas de mis pesadillas son las serpientes, las alturas y los quirófanos. Para ser más explícita: prefiero verme en la azotea de Torre Picasso, descalza y sobre una alfombra de víboras, antes que sentirme atrapada entre esas cuatro paredes gélidas, a merced de unos cuantos tipos uniformados de verde, a punto de hincarme el cuchillo, perdón, digo “el bisturí”.
Creo que de todo lo anterior se puede deducir mi estado de ánimo días antes de dar a luz: unas inmensas ganas de tener a mi niño entre los brazos se veían oscurecidas ante la posibilidad de que me tocara la temida cesárea. Ya lo dicen las encuestas, (y las encuestas nunca mienten, ¿no?): “Cada vez se practican más cesáreas en la Comunidad de Madrid, y no todas ellas son absolutamente necesarias”.
Para alimentar aún más si cabe estos malos pensamientos (pero “malos” de verdad, que no se trata de ningún eufemismo), mi amiga Isa, que tenía programada la susodicha intervención porque su bebé venía de nalgas me describió la siniestra experiencia en estos términos: “Lupe, ha sido horrible. Me han tenido cerca de tres horas preparándome, desnuda sobre la mesa del quirófano; muerta de frío, mientras el anestesista, los enfermeros y demás batas verdes comentaban el partido de fútbol del domingo. Gracias a Dios que me pusieron una cortinilla de tela a la altura del cuello para no ver la carnicería. Así, solo sentía cómo me hurgaban por dentro, y un terrible olor a pollo chamuscado y vísceras”.
No se me asusten las futuras mamás ante semejante escena gore porque ahora viene la segunda parte del artículo: Como a veces en la vida rige la conocida “ley de Murphy” (es decir, “que si no quieres arroz, pues ahí van tres tazas”) llegó el gran día. Ingresé por la mañana en el sanatorio para que me indujeran el parto (estaba tan a gusto Álex que llegué a la semana 41 sin una sola contracción).
Y tras dos horas de oxitocina en vena mi ginecólogo me anunció la cesárea (he de confesar que en estos momentos ya no me parecía tan atractivo, ni me caía tan bien como he comentado anteriormente). Y aunque me puse lívida, estaba tan dolorida que solo quería que todo acabara pronto y que mi niño no sufriera (venía con doble vuelta de cordón).
Pues bien, en mi vida me han tratado con tanto cariño: recuerdo al camillero diciéndome camino del quirófano “aguanta cielo, que ya no te queda nada”; al anestesista, “reina, no te muevas; piensa que ya va a ser la última contracción”; a la comadrona, “tranquila Lupe, que en cuanto saquemos al niño yo te lo enseño”… ¡Nunca pensé que un quirófano podría desprender tanto calor humano! Fue maravilloso y nada traumático.
La anestesia un alivio milagroso, y el bebé “como para salir en la portada del ¡Hola!”, perfecto, sin un arañazo (me acuerdo de la pobre Sarita recién nacida, toda magullada y con la cabeza en forma de pepino).
En resumen, que más vale una buena cesárea que un mal parto; y que como decía el sabio (hoy estoy metafísica): “a veces el miedo a sufrir es peor que el sufrimiento”.
¿Qué tal fue tu parto? ¿Te sentiste bien tratada por el personal médico?
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Sobre el autor

Miriam Rodríguez Murphyhttps://www.elbebe.com/
Especialista en la redacción y edición de contenidos sobre una amplia variedad de temáticas desde el embarazo y el parto hasta la crianza y el desarrollo y la educación de bebés y niños. Miriam Rodríguez Murphy creó Elbebe.com en el año 2000, un portal pionero en ofrecer información de calidad y contrastada por especialistas sobre maternidad e infancia. Cuenta desde sus inicios con un equipo editorial formado por médicos especialistas, psicólogos y profesionales sanitarios para supervisar todos los contenidos relacionados con la salud de la madre y del bebé y niño. Se ha dedicado durante toda su trayectoria profesional a la redacción y edición de una amplia gama de contenidos, especializándose desde hace 23 años en información para madres y padres. Miriam Rodríguez es un referente en la creación de webs sobre maternidad e infancia en España y América Latina. Ha publicado artículos en medios online como Serpadres y MarieClaire, entre otros.

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