Los bebés no tienen muy desarrollado el sentido del equilibrio y generalmente se inquietan si se les cambia de postura. Hay movimientos que toleran mejor que otros. No suelen protestar cuando van sujetos al cuerpo de sus madres, quizá debido al contacto corporal, que les relaja enormemente. Para mecerles en la cuna, hay que evitar los movimientos rápidos, pues les inquietan más.
Los bebés suelen mostrar desagrado ante un cambio brusco de postura. Abren los ojos, ponen una expresión «de susto», abren los brazos e inmediatamente los vuelven a cerrar. Esta reacción suele acompañarse de llanto. Es lo que se llama reflejo de Moro, que desaparece pasadas unas semanas. Posiblemente tenga una función arcaica de supervivencia.
De todos modos, los bebés suelen protestar, llorando o moviéndose con brusquedad si son zarandeados. Es la única manera que tienen de decir que quieren comunicar sus necesidades.
En muchas culturas, los bebés son transportados continuamente por sus madres, que los mantienen sujetos a su cuerpo mediante telas. Al parecer, ese movimiento no les resulta desagradable porque apenas lloran. Probablemente se debe a que es una experiencia que ya conocen desde antes de nacer y que se acompaña de la cercanía del cuerpo.
El bebé incorporado sobre el hombro de un adulto suele mantener la cabeza erguida y mirar con interés. Es una postura que les tranquiliza.
También les tranquiliza estar bien apretados entre los brazos o contra el pecho o en el regazo de sus padres, madres o abuelos.
Tradicionalmente se suele «mecer» o «acunar» a los bebés. Esto suele consistir en movimientos regulares, rítmicos pero lentos. Cuando el movimiento es demasiado brusco o demasiado rápido, en vez de tranquilizar al niño, le inquieta más.