El comportamiento del bebé a partir del octavo mes está condicionado por su enorme curiosidad, que se ve acrecentada por el hecho de que ahora puede desplazarse por sí solo. Los niños de esta edad son todavía inconscientes de la mayoría de los peligros, por lo que conviene tomar ciertas medidas como cerrar los accesos a escaleras, esconder objetos punzantes o medicamentos…
Durante ocho meses el bebé ha estado sometido a los deseos de la madre. Él no disponía de movilidad, por lo que mientras que no estaba durmiendo, pasaba el tiempo sentado en el lugar en el que lo habían colocado. Ahora comienza a gatear y sus deseos por conocer lo que hay tras la puerta de cualquier habitación son inmensos.
Todo aquello que esté a su alcance será objeto de deseo para él, lo tocará y manipulará. Su curiosidad es vital para él y conviene no desalentarlo con prohibiciones demasiado estrictas.
Querrá recorrer todos los rincones de la casa gateando. Procure que los accesos a las escaleras (si las tiene) estén debidamente protegidos.
Si su hijo se dirige hacia un lugar peligroso, no es necesario que constantemente diga ¡no vayas allí!… Es preferible coger al bebé y llevarlo a otra estancia de la casa en la que sí pueda jugar. La distracción es lo que mejor funciona en estos casos.
En esta etapa toma conciencia de lo que significa dentro y fuera. Algunos bebés se entretienen introduciendo unos objetos dentro de otros. Coloque en un lugar seguro todo lo que sea peligroso para él, como objetos de limpieza, medicinas, tijeras…
A partir de los 9 meses el bebé sabrá utilizar el llanto en su propio beneficio y llorará cada vez que se aburra, cuando desee algo que no esté a su alcance, cuando no quiera dormir… Sabe que el llanto es la estrategia perfecta para que la madre acuda a su lado.
No hay que dejarlo llorar, pero es necesario comprender por qué llora y actuar en consecuencia, sin prodigarle exageradas muestras de preocupación cuando no las merezca.