Recuerdo la adolescencia machacada por los reiterativos sermones de mi padre cuando le entregaba las notas plagadas de cates: “Pero Guadalupe, ¿tú a qué aspiras en esta vida? ¿Es que no te das cuenta de que si no estudias no vas a llegar a nada?” -me soltaba con una mirada que iba de la lástima a la indignación por lo cazurra y vaga que le había salido la niña.
Se ve que de tanto repetirlo, sus palabras me dejaron huella, y no solo me chupé mis cinco añitos de universidad, sino que salí de ella con tremendas ganas de comerme el mundo en el terreno profesional.
Toda esta introducción no es solo otro más de mis desvaríos. Viene a colación de una noticia que hace unos días se publicaba en distintos periódicos nacionales: “En Madrid, 35.000 menores de 0 a 3 años se quedarán sin plaza en los centros públicos de educación infantil”. Ergo, si las solicitudes ascendían a unas, digamos, 66.144, del dato anterior se traduce que más de la mitad (35.000) NIÑOS (que no patatas, ni naranjas… si no seres humanos) se quedarán en la calle; lo cual implica que tendremos que buscar plaza en guarderías privadas cuyo precio oscila entre los 400 y 500 euros de media al mes.
Ante semejante panorama, las mamás universitarias, profesionales, trabajadoras nos palnteamos:
a) Pagaré un centro privado, aunque en ello se me vaya una parte importante de mi sueldo y apenas vea a mis niños.
b) Si me pido la reducción de jornada podré estar más tiempo con mi familia, pero la nómina se reducirá en paralelo, y en la empresa habré marcado mi techo.
c) ¿Y si cuido yo de mis niños y me ahorro el sueldo de una cuidadora o el precio de la guardería?
Y es entonces cuando me acuerdo de mi pobre padre y me digo: ¿Pero para qué demonios nos han inculcado desde pequeñas el valor del esfuerzo, del aprendizaje, de la formación de la persona si de adulto la sociedad te ningunea?
Creo que la maternidad jamás debería estar reñida con la incorporación de la mujer al mundo laboral, pero si el sistema no nos facilita mecanismos de apoyo (guarderías públicas en todos los barrios, ampliación del periodo de baja por maternidad, jornadas concentradas…) ¡no hay “conciliación” que valga! ¿Qué le diré a Sarita cuando le dé pereza ponerse a hacer los deberes?: “Nada mi amor, pasa. Si total cuando tengas hijitos te bastará con saber cambiar pañales y hacer la comidita. Nadie va a esperar más de ti. Nadie te va a permitir que hagas mucho más”.
LO SIENTO PERO ME NIEGO, ¡ESTO TIENE QUE CAMBIAR!
En tu caso: ¿cuántas de vosotras habéis podido seguir trabajando después de la maternidad? ¿Cómo os organizáis? ¿Existen guarderías públicas en vuestros barrios?
Autora: Cecilia Frías
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