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¿Por qué se producen las convulsiones en bebés y niños?
Las convulsiones en los bebés y en los niños son episodios que asustan mucho a los padres. La mayoría de las veces están producidas solamente por fiebre alta y se tratan de manera eficaz con medicamentos. En otros casos están generadas por síntomas neurológicos diversos, como, por ejemplo, epilepsia o meningitis. Hay que consultar al pediatra para descartar la existencia de causas neurológicas en las convulsiones.

Las convulsiones suelen asustar mucho a los padres
Las convulsiones son ciertos movimientos anormales e involuntarios.
La alternancia de contracciones y relajaciones involuntarias se llaman mioclonias (cuando afectan a músculos aislados) o movimientos tónico-clónicos (cuando afectan a todas, una o varias extremidades).
A veces, los músculos se ponen tensos, y hablamos de hipertonía. Y si se ponen lacios, de hipotonía.
Las convulsiones (salvo excepciones) suelen estar acompañadas de pérdida de la conciencia. A veces, se acompañan de otras manifestaciones como ruidos extraños de la respiración, babeo u ojos vueltos.
Los padres que presencian una convulsión en uno de sus hijos se refieren a la experiencia como “aterradora”. En ese momento, lo primero que piensan es que su hijo se va a morir de un momento a otro.
- ¿Por qué se producen?
- ¿Hay distintos tipos?
- ¿Qué son las convulsiones febriles?
- ¿Se repetirán?
- ¿Hace falta tratamiento?
La causa de los movimientos está en descargas eléctricas del cerebro. En cuanto a los motivos de que el cerebro produzca señales eléctricas anormales, pueden ser varios:
- Fiebre (un 3% de los niños entre 6 meses y 3 años puede tener convulsiones coincidiendo con fiebre).
- Infecciones del sistema nervioso como la meningitis o la encefalitis.
- Epilepsia.
- Deshidratación grave.
- Tóxicos (plaguicidas).
- Otros más raros como los angiomas cerebrales.
Los expertos hacen varias clasificaciones complejas, que podemos simplificar así:
- Convulsiones generalizadas: afectan a casi todo el cuerpo.
- Convulsiones parciales: sólo afectan a unos cuantos músculos.
- Convulsiones febriles simples: cuando el único desencadenante conocido es la fiebre.
- Convulsiones atípicas o complejas: cuando se acompañan de otros síntomas neurológicos.
El instrumento definitivo para clasificar las convulsiones es el electro-encéfalo-grama (E.E.G.), aunque a veces se utilizarán otras técnicas diagnósticas más complejas (T.A.C, Resonancia Nuclear Magnética, angiografía, ecografía, ...).
¿Qué son las convulsiones febriles?
Las “típicas” son las que se producen durante un episodio febril, sin que haya una infección del sistema nervioso. Afectan al 3% de los niños entre los 6 meses y 3 años. Quizá, algún otro miembro de la familia tuvo también este tipo de convulsiones.
En general, ocurren con fiebre por encima de 38,5º, aunque la causa de la misma sea una enfermedad leve. Duran muy pocos minutos (aunque para los padres sea toda una eternidad).
A veces, los niños o bebés, expulsan heces u orina al final, debido a que todos sus músculos se relajan. Después, el bebé se recupera aunque durante un tiempo está algo abotargado. Su E.E.G. (electro-encéfalo-grama) siempre es normal.
En algunos casos se habla de convulsiones febriles “atípicas” o complejas. Esto es cuando:
- La fiebre no era muy alta (menor de 38,5%).
- La convulsión tardó más de 10 minutos en ceder.
Probablemente se debe a que en esos niños coexisten otros factores, que pueden indicar una predisposición a tener más convulsiones.
No dude en comentarlo con su pediatra si sabe que:
- En la familia hay alguna persona que padece epilepsia.
- El bebé tuvo un parto difícil o tardó en respirar.
La mitad de los niños que tienen una convulsión febril típica pueden tener otras (o varias) más. En el caso de crisis atípicas o complejas, la probabilidad aumenta.
El diagnóstico de las distintas formas de epilepsia exige que haya más de dos crisis y alteraciones evidentes en el E.E.G. (electro-encéfalo-grama).
Las crisis epilépticas sí pueden repetirse, aunque existen fármacos eficaces para evitarlo.
La primera medida que se aplica a un niño que tiene una convulsión es suministrarle Diazepam, un medicamento que se suele poner a través del ano, por medio de una canulita.
Es un tratamiento rápido y eficaz en la mayoría de los casos, aunque a consecuencia de ellos, se prolongará la fase de somnolencia posterior. Después, no hace falta tratamiento especial.
Es normal que los padres empiecen a tener “fobia” a la fiebre. Pero la mayoría de los niños no necesitarán más tratamientos.
Si se repiten las convulsiones febriles, se suele aconsejar a los padres utilizar Diazepam de forma preventiva solamente los dos primeros días de los episodios febriles.
Hasta hace pocos años, se recomendaba tratamiento preventivo continuo durante varios años con anticonvulsivantes.
En la actualidad, los antiepilépticos se reservan para los casos de epilepsia de uno u otro tipo.
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