La alimentación del lactante está intensamente relacionada con su desarrollo afectivo y emocional. El amamantamiento beneficia el establecimiento de un vínculo afectivo adecuado. Asimismo, si se cuidan ciertos aspectos de la alimentación con biberón también se favorece el vínculo afectivo.
El amamantamiento es un mecanismo natural que, además de alimentar al bebé, promueve el desarrollo del vínculo afectivo entre madre e hijo.
Esto es así porque la lactancia materna requiere un contacto muy frecuente y estrecho entre el bebé y su madre y supone una atención exclusiva de la madre hacia su hijo mientras lo amamanta.
Además, cada vez que se amamanta al bebé se produce un acto íntimo entre la madre y su hijo, exclusivo para ambos, de relación muy estrecha e intenso contacto físico. Esto ofrece al bebé un gran bienestar emocional, le da seguridad y le aporta confianza.
Asimismo, el pecho suele ofrecerse a demanda, siempre que el niño dé muestras de que podría querer mamar. Esto es muy positivo para el establecimiento del vínculo afectivo, pues se le transmite al bebé que a través de sus actos puede conseguir que se satisfagan sus necesidades y que su madre le atenderá para ello en todo momento, durante el día y durante la noche.
Así pues, la lactancia materna es una herramienta natural que promueve el establecimiento de un vínculo afectivo adecuado entre la madre y el bebé.
Esto podría hacernos pensar que la lactancia artificial, como no es natural, no puede promover el establecimiento del vínculo afectivo. Sin embargo, cuando se da el biberón puede fomentarse el vínculo.
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¿Cómo dar el biberón para promover el vínculo afectivo?
La lactancia artificial también puede promover el establecimiento de un vínculo afectivo adecuado. La clave para ello está en la forma en la que se da el biberón.
Cuando se da el biberón es importante tratar de reproducir las características del amamantamiento en la medida de lo posible. Sobre todo, si no se quieren perder los beneficios de la lactancia materna, relacionados con los aspectos afectivos. De esta manera, el biberón debe darse siempre en brazos, facilitando el contacto físico estrecho entre el bebé y la madre.
En el caso de que la pareja desee que la alimentación de su bebé sea lo más parecida posible a la lactancia materna, para conservar la exclusividad del acto, debería ser siempre la madre la que diese el biberón al bebé. Esto limita en buena medida la participación del padre y otros familiares en la alimentación del bebé, pero es la manera de reforzar el establecimiento del vínculo afectivo con la madre, esencial durante los primeros meses de vida.
De esta manera, el padre podría esterilizar el biberón, preparar la leche, etc…, pero debería ser la madre la que se lo dé al bebé (al menos durante los 6 primeros meses), pues es lo que de manera innata el bebé espera y lo que facilita el establecimiento del vínculo.
Por otra parte, también debe cuidarse el ambiente en el que la madre da el biberón, promoviendo una situación tranquila, relajada e íntima entre la madre y el bebé. El amamantamiento es un acto de comunicación e intercambio emocional y debe procurarse que la toma de biberón también lo sea.
Del mismo modo, es importante que el biberón, al igual que el pecho, se ofrezca a demanda, permitiendo al bebé cuándo quiere tomarlo y cuánta cantidad. De esta manera, se conserva la función transmisora en la que el bebé, a través de sus actos, consigue que se satisfagan sus necesidades al saber que su madre le va a atender en todo momento, durante el día y la noche.
Sin embargo, la realidad es que muchas veces no es posible reproducir todas las condiciones de la lactancia materna cuando se da el biberón. Muchas parejas deciden que ambos participen en las tomas, alternándose y dando una cabida mayor a la participación del padre. De esta manera, se permite a la madre descansar y compartir con el padre esta rutina del bebé.