A partir del quinto mes de embarazo y hasta el parto el feto no hace más que crecer, pues ya está casi plenamente formado. Sus movimientos se vuelven fuertes y la madre es capaz de percibirlos. Su cerebro es similar al de un adulto, produciendo una media de cien neuronas por segundo. El feto es capaz de distinguir la voz de su madre.
El feto pesa ya más que la placenta. Es el momento en el que sus reflejos se ponen en funcionamiento. Por eso, además de dar patadas y agarrar a menudo, empieza a chuparse el dedo.
Sus movimientos se vuelven más fuertes, sobre todo por las noches, y es capaz de dar vueltas sobre sí mismo.
Hacia la mitad del mes, su cerebro es muy similar al de los adultos, debido a que en este periodo el organismo del feto produce un centenar de neuronas por segundo.
También cuenta con un rudimentario sistema inmunológico para defenderse de determinadas infecciones.
Con el fin de mantener su temperatura, a lo largo de los siguientes meses aparece una grasa debajo de la piel que se sitúa en distintas zonas del cuerpo hasta rodearlo totalmente.
Este tipo de grasa es distinto del vérnix caseoso que comienza a aparecer durante la semana 20 embrionaria. El vérnix es una capa protectora de grasa que recubre la piel del feto para evitar que se reblandezca debido al contacto directo con el líquido amniótico.
Se empiezan a formar los dientes de leche, aunque dentro de los alvéolos dentarios. Es posible también oír los latidos de su corazón.
Las uñas siguen creciendo, mientras que la cara ya tiene cejas y pestañas.
Ahora ya capta ruidos del exterior y reacciona ante ellos. Sobre todo, es capaz de distinguir la voz de su madre.
Si los sonidos le resultan agradables, acerca la cabeza al vientre de la madre, mientras que si el ruido que le llega no es de su agrado, la aleja.
Algunos expertos recomiendan ponerle música, sobre todo clásica, y hablarle para que se sienta seguro.
En el quinto mes de embarazo el feto mide alrededor de 30 centímetros y pesa entre 200 y 450 gramos. Duerme a intervalos regulares.