Esta última semana ando de cabeza a cuenta del pis. Para mí era un tema superado, desde que el verano pasado decidí armarme de valor y quitarle definitivamente el pañal a Sarita (con el “definitivamente” me refiero a “por las noches también”).
En principio estaba aterrada de lo que se nos venía encima, porque claro, si la niña se sentía mojada se iba a despertar, nos llamaría y empezaría el cambio de pijama, de sábanas etc.
Pues cual es mi sorpresa cuando la primera noche antes de dormir le hago la terapia de: “Nena, te has hecho mayor y por eso vas a dejar de usar el pañal para siempre. No te preocupes, ni te sientas mal si se te escapa el pis. Tú me avisas y te cambio”, y la niña me responde con toda seguridad: “Tranquila mami, que no se me va a escapar”.
En mi fuero interno la admiro por su alto nivel de autoestima y decido esperar a ver qué pasa. No se oye un alma en toda la noche y yo, que estaba preparada para lo peor, me levanto pensando que mi hija es súper madura y ha controlado el esfínter ella solita por arte de magia.
Pero claro, esto no es Hollywood, y cuando me asomo a su camita la veo plácidamente dormida entre sábanas empapadas y un fuerte olor a orín en toda la habitación.
Os ahorro lo que nos depararon las subsiguientes semanas para no entrar en detalles escatológicos. Pero a los turnos con mi marido (cada uno hacía guardia una noche), le sucedieron todo tipo de estratagemas: desde la opción de hacer la cama tres veces (sí, así como suena: una encima de otra) con un empapador entre cada una de ellas para no tener que andar con el cambio de sábanas a las 4 de la mañana, hasta motivar a Sarita con pequeños premios si no derramaba gota.
No sé cómo fue pero al final lo conseguimos: las meadas se fueron espaciando y finalmente desaparecieron. Y así de felices vivíamos hasta esta última semana, en la que no hay noche en la que no tengamos función.
Juro que no ha sucedido ningún acontecimiento extraordinario (tengo mis lapsus, pero todavía rijo); procuro que Sarita apenas beba a partir de las 8:30 pm; los celos de su hermanito parecía que se iban mitigando… ¡Vamos, que estoy perdida y desesperada!!
Si quieres saber más:
- ¿Cómo saber si el bebé o niño está preparado para dejar los pañales?
- ¿Cómo puedes ayudar a tu hijo a dejar el pañal?