El apego, los vínculos afectivos, el contacto físico de los padres y adultos con los recién nacidos y los niños, se han demostrado imprescindibles para el desarrollo de nuestro cerebro. Son muchos los estudios que así lo demuestran.
Observa los dos cerebros de la imagen. Son los cerebros de dos niños de tres años, sin ninguna enfermedad congénita que les diferencie. Sin embargo son muy distintos.
1. El cerebro de la izquierda es más grande y en él se adivinan ya unas estructuras borrosas de tejidos neuronales que no se aprecian en el otro cerebro.
Corresponde al cerebro de un niño que ha recibido las atenciones, los cuidados y el contacto humano necesario para su edad.
Además se encuentra en un percentil de desarrollo medio, es decir del 50%, y tiene ya la base cerebral para desarrollar todas sus capacidades emocionales, sociales e intelectuales.
2. Ahora observa el cerebro de la derecha.
Verás que su tamaño es mucho más pequeño. Además las manchas negras son más grandes. Estos son ventrículos cerebrales y están muy desarrollados para su edad. También sufre de atrofia en la corteza cerebral, el tejido nervioso que cubre la superficie de los hemisferios cerebrales.
Es el cerebro de un niño con un percentil de desarrollo del 3 % (que indica un crecimiento anormal del cerebro) que ha sufrido lo que se llama negligencia en la privación sensorial de manera profunda.
Este niño ya está sufriendo graves problemas de desarrollo de sus capacidades intelectuales y los va a padecer a lo largo de toda su vida.
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¿Qué es la negligencia en la privación sensorial?
Los efectos de la negligencia en la privación sensorial pueden ser igual de devastadores para los niños como el maltrato físico y psíquico.
La negligencia en la privación sensorial es la ausencia de experiencias críticas y organizadas en momentos clave del desarrollo de una persona, fundamentalmente en los primeros tres años de vida.
Se da en la infancia cuando no existen:
- Desarrollo del vínculo del apego con los padres
- Contacto físico con adultos
- Interacciones espontáneas con los iguales.
Esto significa la ausencia de experiencias enriquecedoras para el desarrollo durante la infancia.
Al contrario que el maltrato infantil que es visible, la negligencia suele ser indetectable y por eso no se ha estudiado con la profundidad debida.
Existen diferentes grados de negligencia en la privación sensorial y además es diferente según la etapa del desarrollo humano en que se produzca.
El contacto físico frecuente de los recién nacidos con sus padres u otros adultos es necesario para el desarrollo de su cerebro.
Un recién nacido que no es abrazado habitualmente durante los primeros meses de vida por su madre o por otros adultos, sufrirá un déficit en el desarrollo de las conexiones cerebrales.
Sin embargo si la carencia de este contacto se produce en la adolescencia este daño no se produce significativamente.
Además una falta de atención durante semanas en un recién nacido tiene un impacto peor y dejará más secuelas que si esta misma falta de atención se produce en un chaval de 10 años, por ejemplo.
¿Por qué son importantes las experiencias sensoriales en la infancia?
A lo largo de la evolución fue muy importante la creación de fuertes vínculos entre los humanos para poder construir las grandes comunidades que permitieron la supervivencia de nuestra especie y en paralelo el desarrollo de nuestro cerebro.
Estos vínculos nos permitieron unirnos, conectarnos, comunicarnos e interactuar entre nosotros y supuso que el desarrollo cerebral fuese estimulado por las relaciones afectivas y sociales desde el mismo momento en que nacemos.
Así, el cerebro humano ha evolucionado hasta ser un órgano complejo y especializado. Funciona debido a las casi infinitas transacciones químicas que realiza a través de más cien mil millones de neuronas, diez mil millones de células gliales que están conectadas por trillones de sinapsis y que está en constante funcionamiento a lo largo de toda nuestra vida.
Cuidar al recién nacido a través del cariño y el contacto físico en los primeros meses y durante los primeros años es imprescindible para desarrollar el cerebro del niño y todas las capacidades intelectuales para la vida adulta.
Como animal social que somos, los vínculos afectivos están directamente ligados a nuestra capacidad de socialización.
Fuente: Childhood Experience and the Expression of Genetic Potential: What Childhood Neglect Tells Us About Nature and Nurture de Bruce D. Perry