A los bebés y niños les encanta el sabor dulce. Pero este tipo de alimento no es demasiado adecuado para la alimentación del bebé y del niño. No debemos ofrecer dulces a bebés menores de un año. A los niños de más de un año debemos darle dulces con limitación, evitando que se acostumbren a comer frecuentemente este tipo de alimento. Es importante evitar utilizar los dulces como recompensa a la buena conducta del niño.
Se trata de un grupo amplio y heterogéneo de alimentos como: galletas, bizcochos, pastas, pasteles, tartas, bollería, helados, chocolate, bombones,…
Deben tomarse rara vez o en pequeñas cantidades, ya que suelen fabricarse con:
- Carbohidratos o azúcares: azúcar, miel, harina, mermeladas.
- Proteínas procedentes de la leche, los huevos, frutos secos…
- Grasas: nata y grasas lácteas, mantequilla, manteca, margarina, mantequilla, frutos secos, cacao y otras grasas vegetales, entre ellas el aceite de coco y de palma que son muy perjudiciales pues facilitan el acúmulo de grasa en las arterias.
Al ser alimentos que contienen mucha energía y resultan apetitosos (los humanos tenemos preferencia innata hacia los sabores dulces), su consumo en exceso suele conducir a la obesidad y, a más largo plazo, facilitar la aparición de diabetes y arteriosclerosis. Además, no aportan vitaminas.