PrematurosReportaje I: Daniel, el reto de la supervivencia

Reportaje I: Daniel, el reto de la supervivencia

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Daniel Jiménez Navío es un superviviente, un luchador nato. Desde el minuto cero tuvo que hacer frente a múltiples adversidades como resistir con vida en el útero materno sin líquido amniótico, imprescindible para el desarrollo de los bebés. Nació antes de la fecha prevista, a las 25 semanas de gestación, cuando lo normal es hacerlo entre las 37 y las 42 semanas, y pesó tan sólo 850 gramos.

Hace años asegurar su supervivencia hubiera sido casi un milagro, pero los avances tecnológicos y los conocimientos médicos adquiridos por los especialistas en neonatología han permitido disminuir la mortalidad perinatal a unas cifras impensables hace décadas.

En la actualidad, la tasa de supervivencia de los bebés prematuros con peso inferior a 1.500 gramos es superior al 80%. Ahora, el mayor reto de la medicina es evitar posibles secuelas relacionadas con su inmadurez.

Javier Jiménez Sacristán (Madrid, 44 años) y Ana Navío Arbizu (Madrid, 43 años) son padres de dos hijos. El mayor, Javier (9 años), nació a las 35 semanas de gestación con un peso de 2.450 gramos. El menor, Daniel (18 meses, 14 de edad corregida), lo hizo a las 25 semanas y pesó menos de 1 kilo. Ambos fueron bebés prematuros. La diferencia entre uno y otro es que al primero se le considera prematuro y al segundo, “gran prematuro”, es decir, nació extremadamente pequeño, con muy bajo peso (casi un “bebé milagro”, que son los que pesan menos de 500 gramos) y de gran inmadurez.

La historia que nos ocupa se centra en una de las experiencias más difíciles que le ha tocado vivir a una madre: hacer todo lo posible por salvar la vida en peligro de su hijo menor. Ana siempre tuvo dificultades para embarazarse. Pero después de años intentándolo, logró quedarse en estado. Al principio de su primer embarazo tuvo una amenaza de aborto lo que la obligó a permanecer en reposo absoluto durante los tres primeros meses. El resto de la gestación transcurrió con normalidad hasta que el parto se adelantó unas semanas. Casi ocho años más tarde se embarazó de su segundo hijo.

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En los primeros meses de su segundo embarazo tuvo la primera amenaza de aborto con desprendimiento de placenta. Los médicos le recomendaron reposo en casa. En la semana 21 de embarazo, sufrió una fisura en la bolsa de líquido amniótico que supuso un ingreso de urgencia en el hospital. Tras varias semanas de reposo absoluto y un pronóstico médico desesperanzador, su hijo nació prematuro a pesar de todos sus esfuerzos.

En España cada año nacen 30.000 bebés prematuros

 Bebés prematurosEn los últimos años el número de nacimientos de bebés prematuros se ha duplicado en España.

Una cifra preocupante si la comparamos con los datos de hace diez años. En 2007 nacieron 40.281 prematuros, mientras que en el año 1997 se registraron 17.000, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

En la actualidad el 10% de los niños que nacen, lo hacen antes de concluir la gestación completa, lo que supone alrededor de 30.000 bebés cada año.

Los prematuros de muy bajo peso, aquellos que pesan menos de 1.500 gramos al nacer, también han aumentado hasta llegar a ser el 1,7% de todos los recién nacidos.

Los expertos señalan que el incremento de los nacimientos prematuros se produce por múltiples factores como la generalización de técnicas de reproducción asistida como la fecundación in vitro o la inseminación artificial, la maternidad tardía, el estrés durante el embarazo o las técnicas de diagnóstico intrauterino.

Los prematuros tienen más probabilidades de sufrir complicaciones relacionadas con su inmadurez

La historia de Ana, como la de muchos padres, está marcada por la lucha, la angustia y la esperanza. Antes de llegar al hospital madrileño La Paz -uno de los centros de referencia en atender embarazos de alto riesgo y a neonatos en nuestro país- estuvo ingresada en un centro privado de la misma ciudad cuando cumplió la semana 21 de gestación.

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En aquel momento de su embarazo los médicos fueron tajantes y se pusieron en el peor de los casos. El pronóstico era poco esperanzador, ya que la viabilidad de los bebés empieza aproximadamente a partir de las 26 semanas. Las probabilidades de que su hijo al nacer desarrollara algún problema neurológico eran muy altas. A este respecto, el doctor Jesús Pérez Rodríguez, jefe de sección de Neonatología del Hospital La Paz, señala que «los recién nacidos más inmaduros, con 23-26 semanas de gestación presentan numerosas complicaciones, necesitan muchas semanas de cuidados intensivos, tienen un elevada mortalidad y mayor riesgo de secuelas«.

Los bebés prematuros tienen más probabilidades que los que nacen a término de sufrir complicaciones relacionadas con su inmadurez. Sobre todo, cuanto más prematuro, más problemas. «Las complicaciones médicas más habituales al nacer son broncodisplasia pulmonar, cardiopatías, parálisis cerebral o retinopatías. El bebé, más adelante, también puede desarrollar las llamadas secuelas menores relacionadas con el aprendizaje, el comportamiento o el lenguaje como trastornos de déficit de atención (TDA) o de hiperactividad (TDH)«, apunta Carmen Fernández Etreros, Presidenta de Asociación de Padres de Niños Prematuros (APREM).

Los prematuros más inmaduros tienen un aspecto frágil

 Bebés extremadamente prematurosDaniel tenía prisa por abandonar el vientre materno y su madre fue trasladada urgentemente en ambulancia desde el centro privado hasta el Hospital La Paz. «Entré en el hospital sabiendo que era una lotería lo que podía pasar. Los médicos hicieron todo lo posible por aguantar las contracciones hasta que, el 8 de enero de 2007 a las 3.00 horas, me puse de parto«.

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Fue por cesárea, cuatro meses antes de lo previsto. El bebé estaba en posición podálica -sentado de nalgas- y apenas se movía. Sobrevivir en esas condiciones era toda una hazaña.

La mayoría de los padres de bebés prematuros o «grandes prematuros», aquellos que nacen antes de la semana 29 de gestación -como el caso de Daniel- experimentan una reacción similar al ver por primera vez a sus hijos. «Cuando me desperté de la anestesia en una sala con más mujeres, yo no sabía si mi hijo había sobrevivido. Sólo recuerdo estar angustiada. Preguntaba a las enfermeras: ¿mi hijo está vivo? En mi muñeca sólo veía una etiqueta que ponía varón. No sabía nada hasta que entró mi marido y dijo: Ana, ha nacido. Está vivo y los médicos dicen que tiene mucha vitalidad. Entonces empecé a llorar«.

Su aspecto físico difiere del de un bebé nacido a término, lustroso y sonrosado. «No sabía lo que me iba a encontrar. Cuando bajé a ver a mi hijo vi una cosita casi sin piel, roja como un conejito, entubado y lleno de cables. Sólo pesaba 850 gramos y medía 33 centímetros. Los médicos, además, me decían que había que esperar 48 horas para ver si sobreviviría.«, señala Ana. «Los más inmaduros tienen un aspecto frágil, con piel fina y transparente, pueden tener escaso esfuerzo respiratorio y poca o nula movilidad espontánea«, explica el doctor Jesús Pérez Rodríguez.

NOTA: La primera imagen del reportaje ha sido cedida por la familia ya que en ella sale Javier, el padre, y Daniel, el hijo, en el Hospital de La Paz.

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