Hoy es día de fiesta y me pregunto qué sería de nosotros, los agobiados papás, sin nuestros queridos abuelos en tantas y tan variadas ocasiones: que si el niño tiene fiebre, que si es el día del maestro, en los puentes, en la semana blanca (negra para los que tenemos que hacer malabarismos para “colocar” a los niños) …
Soy consciente de que muchas de vosotras tendréis que tirar de amables vecinas o días de vacaciones, tal vez de alguna que otra falsa gripe… Yo, de momento, tengo la suerte de tener a mi madre a cinco minutos de autobús. Es gracioso, porque no consiente a sus nietos que la llamen “abuelita, abu” o sucedáneo: creo que le hace sentirse vieja. Y sin embargo conozco a pocas señoras que ejerzan tanto el cargo como ella.
Hay muchos tipos de abuelos: están los “sacrificados” que vemos cada tarde en el parque con cara de abnegación, los “estrictos” que todavía se piensan que los niños son elementos decorativos que ni gritan, ni lloran, ni echan mocos, los “enrollados” que encima te agradecen que les dejes a los nietos porque les hace sentirse útiles. Y al margen de todos ellos, porque es francamente inclasificable, está mi madre: juguetona y consentidora. A veces una niña más: que Sarita está malita y se le antoja un chocolate con churros, pues “como el cuerpo es sabio” ella va y se lo prepara; que la niña decide cortarle el pelo a trasquilones a su hermanito pues “Hay que ver qué tronchante es esta Sarita. Nena, lo has dejado guapísimo”, mientras yo me quedo con gesto de idiota.
“Hija Guadalupe no me pongas esa cara, que yo no tengo por qué educarlos, para eso ya estáis los padres. Yo solo estoy aquí para darles gusto”, me espeta como si de una “dama del placer” se tratara.
Y claro, como los críos no son tontos, y saben que la casa de su abuela es territorio comanche, se mueren por ir a visitarla y la llaman cada noche:
-Celia, ¿qué haces? ¿Cuándo vienes a buscarme? (Sarita)
-Elia, ero turros (Álex es el rey del churro)
-Elia, teno caca (mi madre consigue que se quede inmóvil a base de darle barquillos)
Y no reproduzco más de estos apasionantes diálogos para no aburrir al personal.
En resumen y a pesar de todos mis comentarios jocosos, mi absoluto reconocimiento y gratitud a todos ellos.
¿Tenéis que recurrir a los abuelos muy a menudo? ¿Creéis que les pueden aportar otra visión de la vida a nuestros pequeños?
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